No sé exactamente cuándo comenzó todo. Solo recuerdo ese silencio… el momento en que los cristales dejaron de cantar. Una vibración nueva, ajena. Como si el corazón del planeta estuviera dejando de latir. Al principio, nadie me escuchó. “Los cristales siempre existido y siempre existiran”, decían. Pero yo los sentía apagarse. Y supe, en lo más profundo, que algo —o alguien— estaba robando la esencia de los mundos. Así que partí. Atravesé el vacío con más dudas que certezas… y encontré fuego. Ella se llamaba Blaze. Hecha de magma, risa y cicatrices. Donde otros veían destrucción, ella veía vida. Y cuando su volcán empezó a apagarse, comprendió que yo decía la verdad. Juntos llegamos al planeta Fungi, donde la vida crece… y muere… al mismo tiempo. Allí estaba Shaggy. Misteriosa, directa, como si hablara con la propia tierra. Ella también lo había sentido: el desequilibrio, la amenaza. Fue entonces cuando entendimos todo. Era Quasar quien no solo quería poder sino tambien convertirse en ellos, su propósito imparable: absorber la esencia de cada planeta para evolucionar y controlarlo todo. Lo enfrentamos. Y lo que pasó en el planeta Chatarra cambió todo. Para siempre. Pero esa historia aún no termina. Porque algo… allá afuera… todavía se mueve. Todavía respira. Yo lo sé. Porque soy quien lo escuchó primero. Soy Moss. Del planeta Cristalino. Y esto… es EsporaX: La Batalla Final.