Voy a decir algo que muchas callan: cuando una mujer tiene una enfermedad en su útero… no solo se estremece su cuerpo. Se estremece su espíritu. El útero no es solo un órgano biológico. Es el símbolo de lo que Dios diseñó para que tú fueras portadora de vida, de propósito, de legado. Y cuando allí hay un problema, muchas mujeres se sienten marcadas, abandonadas o menos mujeres. Pero escúchame bien: Un diagnóstico no puede tocar lo que Dios puso dentro de ti. Una enfermedad no destruye un propósito eterno. Tu valor no depende de tu salud, depende de tu identidad en Dios. Hay mujeres que cargan dolor físico, sí… Pero lo que más pesa es lo que se dicen a sí mismas cuando están solas. Ese pensamiento que susurra: ‘¿Por qué yo?’ Esa mirada al espejo que dice: ‘Ya no soy suficiente.’ Hoy te digo: empieza a sanar desde adentro. Empieza por cambiar esa voz interna. Tú no eres una mujer rota. Eres una mujer en proceso. Habla, busca apoyo, ora, entrega ese dolor. Porque cuando la mente se alinea con la fe, el cuerpo encuentra descanso. Lo que estás viviendo no es una sentencia… es una temporada. Y las temporadas cambian. Dios no ha terminado contigo. Prepárate, porque de este proceso vas a salir más firme, más fuerte, y más consciente del poder que llevas dentro.”
