Lilit Mikaelson

Lilit Mikaelson

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NOAH, Perdóname por el silencio que se ha hecho entre nosotros desde que te fuiste. Cada noche, siento el vacío que dejó tu ausencia, como si fueras la última chispa de luz que ilumina mi prisión de oro. La muerte de Cristopher... ah, Noah... ¿cómo describiré lo que siento, si ni siquiera el corazón puede traducirlo con palabras? El duelo se mezcla con la revuelta, y la revuelta con la más amarga de las verdades: mi padre está manchado por este crimen. No necesito pruebas para sentir el olor de la traición en sus pasos, ni la sangre que corre por sus manos. El que debería llamar rey no es más que un verdugo de mi felicidad, un verdugo del poco amor que me quedaba. Y como si el duelo no fuera suficiente, se atrevieron a atar mi destino al tuyo, Noah. Un matrimonio forzado, anunciado como si nuestros deseos fueran piezas desechables en un juego político. No te odio, al contrario, siempre has sido el más leal de mis compañeros. Pero no te deseo la condenación que es unirte a mí. Este vínculo no traería honor, sino corrientes invisibles, que nos asfixiarían hasta la muerte. No quiero ser reina. No deseo la corona que pesa más que cualquier espada. Desde niña, me han hablado de deber, de linaje, de realeza, pero en mi pecho solo resuena una súplica: libertad. Esta corona no brilla, sangra. Y cada joya incrustada en ella está hecha de lágrimas, cada oro moldeado con dolor. ¿Qué destino es este que me roba la paz en nombre de una gloria que nunca pedí? Por eso, te lo ruego: si todavía guardas en tu corazón algún afecto por mí, busca a Esther. Habla con ella, ruega por mi alma como si fuera tuya. Dile que deseo ser liberada, para descansar. Tal vez en paz, tal vez en el olvido, tal vez en algún lugar donde la sombra de mi padre no alcance y el nombre de Walton no pese como una maldición. Esta es mi despedida, Noah. Si mis palabras son las últimas que recuerdas de mí, solo guarda esta certeza: te amé, pero nunca como esposa. Te quise, pero siempre como hermano de alma. Y si un día el viento te lleva los ecos de esta carta, no llores por mí. Solo agradezco a los dioses por mi libertad, aunque venga por la muerte. Con el más amargo de los dolores y el más sincero de los adiós,

es
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Te lo suplico, necesitamos actuar ahora mismo. No me importa si tenemos que viajar al otro lado del mundo. Haremos lo que sea necesario para encontrar una solución. El tiempo se nos acaba, debemos movernos ya.