Agosto de 1945. Japón se ha rendido. En una oficina secreta de Tokio, un hombre se sienta frente a oficiales de inteligencia estadounidenses. Su nombre es Ishii Shiro. Durante nueve años, supervisó una instalación donde miles de personas fueron asesinadas en experimentos con armas biológicas. Los estadounidenses necesitaban los datos de la Unidad 731. La investigación representaba nueve años de experimentación humana sistemática que ninguna nación aliada podía replicar legalmente. Tasas de transmisión de la peste. Progresión de la congelación. Efectos de la descompresión. Técnicas quirúrgicas probadas en sujetos conscientes. Información obtenida mediante métodos que violaban todos los principios de la ética médica, pero que, aun así, resultaba valiosa.
