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Señor, mis palabras son pájaros sin nido, sangran en la noche que me devora. ¿Dónde está el silencio que me prometiste? Los espejos beben mis sombras y la muerte baila en mis pupilas. Todo es nada y la nada me habita.

Oh Dios mío, Oh Dios mío, ¿hasta cuándo? ¿Cuándo acabará? ¿Cuándo mi corazón —él— dejará de llorar un océano? ¿Cuándo él… cuándo él la dejará de nombrar? Hasta cuándo, corazón. Hasta cuándo tú dejarás de llorar. A este paso, muy pronto te secarás. Muy pronto no tendrás más lágrimas que dar. ¿Hasta cuándo mi garganta seguirá tan atorada? Tan atorado como el llanto que se aprende a tragar desde niño.

¿Dónde se esconde la paz que tanto busco? Este silencio me devora, me consume entre sus sombras. La soledad se hace carne en mis huesos, y el tiempo, este cruel tiempo, solo trae más preguntas sin respuesta.

¿Sabías que el estrés también envejece tu piel? Cuando estás estresada, tu cuerpo produce cortisol, que destruye el colágeno y acelera el envejecimiento. Por eso, además de los tratamientos externos, es importante que practiques técnicas de relajación. Siempre tu piel te lo va a agradecer!

En familia, cuando hablamos de inversiones, es de tiempo compartido. El valor más grande está en las risas de los niños, el interés más alto en los abrazos de mamá. Que la mejor cuenta es la que suma momentos juntos. Porque juntos, nada nos detiene.

Mira causa, te cuento que tengo un pata que está organizando una fiesta en el local de siempre. Ya sabes cómo es la movida, con buenos contactos y toda la gente. Si quieres entrar, yo manejo las entradas. Tú me avisas nomás.

muero de envía me comen los celos, ¿por qué no puedes verme como a ella? en su presencia tu mirada destella mírame a mi, te lo ruego te suplico, quiéreme un poco no pido mucho, solo que me veas un segundo aunque sea, pero mírame como a ella fíjate en mi que por ti estoy muriendo que te espero desde hace tiempo en mi, que te observo desde lejos anhelando tus besos, tu mirada.

Esta es la historia de Pompón, un pequeño conejo mágico que vivía en el jardín encantado. Todos los días, hacía sonreír a las flores con sus saltitos alegres, hasta que un día, el gruñón señor Nube decidió cubrir el jardín con lluvia gris.