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Cuando alguien mantiene contacto visual contigo más de lo normal, es una señal muy clara. Si además inclina ligeramente la cabeza mientras hablas, significa que está completamente interesado en lo que dices. Es un gesto involuntario que muestra atención y conexión emocional.

Me siento bajo un árbol centenario, escuchando el suave murmullo de las hojas. La brisa trae aromas de flores silvestres mientras observo las nubes danzar en el cielo azul. Estos pequeños momentos son los que llenan mi alma de paz.

Mira, lo que pasa es que tengo una reunión importante el martes por la mañana en la universidad, entonces quería ver si podemos cambiar el horario. Pensaba que podríamos hacer el turno de tarde ese día, ya hablé con María y está de acuerdo.

Ay, perdón por ser tan terca antes. Tienes razón, me porté como una tonta al ignorar tus consejos. La familia siempre debe ser primero, y yo aquí preocupándome por tonterías. Gracias por ayudarme a entender, de verdad que necesitaba ese jalón de orejas.

Mírame a los ojos cuando te lo digo. No me vengas con excusas. ¿Sabes qué? Me dolió, sí. Pero ya no más. Ya no lloro por ti. Ya no siento nada. Nada. Y eso es lo que más te va a doler.

Y es que busco sin encontrar, encuentro sin buscar, y cuando tengo lo que quiero, ya no lo quiero tener. Es el ciclo del deseo que nunca termina, que siempre empieza, que vive sin vivir, que muere sin morir.

Siento soledad en mis pensamientos, soledad que me persigue como sombra. Tengo miedo de mis silencios, miedo de las palabras no dichas, miedo de los espacios vacíos que dejo en mi vida. Me pierdo en el laberinto de mis dudas, buscando una salida que tal vez no existe.

Mira, ya sé que ahora te haces el difícil, pero desde que te vi supe que eras para mí. No te resistas tanto, que el destino ya está escrito. En unos meses me vas a estar dando la razón, ya lo verás.