Découvrez la voix IA BENEDETTI la plus réaliste

Porque el silencio habla cuando callas, porque tus ojos dicen lo que callas, porque en la tarde gris te multiplicas, porque eres agua y fuego en mi memoria. Porque existes así, tan cerca y lejos, porque te sueño y dueles como aurora, tengo que amarte siempre, sin remedio.

Porque el silencio habla cuando tus ojos callan, porque la tarde muere en tus manos como un pájaro herido, porque eres agua y fuego, porque existes en cada latido y en cada ausencia, porque el mundo es más mundo cuando pronuncio tu nombre.

¿Como superas a alguien que nunca fue realmente tuyo? Que, en su vida de caos, le perteneció a tanta gente que ni siquiera lo veía? Como se supone que te debo dejar ir cuando en realidad nunca te quedaste? Quedarme cuando realmente no había donde quedarme Sabiendo que cuando no me escogías, yo seguía ahí Ahí, presente Esperando Ahí, observando Sintiendo tus caricias, como las olas Que solo van y vienen

No te escondas tras las sombras del miedo, no silencies tu voz cuando el mundo te llama, no apagues el fuego que arde en tus entrañas. Si decides callar, si eliges la oscuridad, si apagas tu llama interior, entonces no me busques en el amanecer.

Mujer de luz, estrella que ilumina mis noches más oscuras, bendita sea tu presencia que transforma el silencio en música, el vacío en plenitud. Tu mirada es poesía que danza en mi memoria, y tu sonrisa el amanecer que despierta mi alma dormida.

Míreme a los ojos, compañera. No le pido que entienda todos mis silencios, ni que descifre cada suspiro. Solo le pido que esté, que exista, que me permita saber que en algún rincón del mundo usted respira. Porque en esa certeza, yo encuentro mi paz.

Lunes, 3 de febrero Ella me daba la mano y no hacía falta más. Me alcanzaba para sentir que era bien acogido. Más que besarla, más que acostarnos juntos, más que ninguna otra cosa, ella me daba la mano, y eso era amor.

La poesía es, ante todo, un diálogo con el alma. Cuando escribo versos, busco esa conexión íntima que va más allá de las palabras. No es solo cuestión de métrica o rima, sino de encontrar ese pulso vital que hace que un poema respire por sí mismo.