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Un día gritaste con fuerza: “¡Último gol gana!” Entre risas, empujones y ese sol que siempre parecía más cálido en la infancia. Corriste, driblaste, te caíste, te levantaste… Y metiste ese gol como si el mundo dependiera de él. Te abrazaste con tus amigos como si hubieran ganado una final del mundo.
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Hay momentos que te marcan para siempre. Como aquella final bajo la lluvia, el estadio rugiendo, el corazón latiendo a mil. La pelota llegando perfecta, el tiempo detenido en el aire. Esos segundos mágicos donde todo es posible, donde somos eternos.