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Y así fue como Dios creó los cielos y la tierra, separando la luz de la oscuridad. En el tercer día, hizo brotar la vegetación: árboles frutales y plantas que daban semillas según su especie, y vio que era bueno.
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Érase una vez, en la tierra de Israel, un niño llamado Samuel que vivía en el Templo del Señor. Pero la historia de Samuel comenzó mucho antes de su nacimiento. Su madre, Ana, sufría mucho porque no podía tener hijos
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